Samadhi, de Paramahansa Yogananda.

Paramahansa Yogananda

El siguiente poema fue escrito por el venerado yogui Paramahansa Yogananda, cuyo legado ha contribuido en gran medida a establecer una visión de la vida mucho más íntegra, humana y espiritual. 

Samadhi es el estado de consciencia más elevado o iluminación de acuerdo con la filosofía yóguica; en este poema el Maestro describe la gloria de este estado cósmico.

También es el nombre de la Asociación de yoga Kundalini de Burgos, hacia la que tanto cariño y gratitud siento.


Desvanecidos los velos de luz y sombra,

Esfumado todo vapor de tristeza,

Dispersas las auroras de las efímeras alegrías,

Disuelto el sombrío espejismo sensorio.

Amor y odio, salud y enfermedad, vida y muerte,

Sombras falsas en la pantalla de la dualidad, perecieron.

Acallada ha quedado la tormenta de Maya,

por la varita mágica de la honda intuición.

Presente, pasado y futuro no son ya para mí; solo el siempre presente yo, que todo lo abarca, yo en todo.

Planetas, estrellas, polvo de estrellas, la Tierra,

erupciones volcánicas de cataclismos finales,

la hornaza donde se forja la creación,

glaciares de silenciosos rayos X, inundación de ardientes electrones,

pensamientos de todos los hombres, pasados, presentes, venideros,

cada hoja de hierba, yo mismo, la humanidad,

toda partícula de polvo universal,

ira, codicia, bien, mal, salvación, lujuria,

todo lo transmuté, todo lo asimilé,

en el vasto océano de sangre de mi propio y único Ser.

Humenantes rescoldos de gozo, avivados por la meditación, que cegaban mis llorosos ojos,

ardieron en llamas inmortales de dicha,

consumieron mis lágrimas, mi cuerpo, mi todo.

Tú eres yo, yo soy Tú,

Cognoscente, Conocedor y Conocido, ¡todo uno!

Apacible, inalterable emoción, eternamente viviente, paz siempre renovada,

gozo más allá de toda expectación imaginada, es la ¡bienaventuranza de samdahi!

No un inconsciente estado

o anestesia mental sin regreso voluntario,

el samadhi extiende mi reino consciente

más allá de los límites de mi ser mortal

hacia el más lejano confín de la eternidad,

donde Yo, el Mar Cósmico,

contempo al pequeño ego flotando en Mí.

Los móviles murmullos de los átomos resultan audibles, la osucra tierra, las montañas, los valles ¡se licuan!

¡Fluyentes océanos tórnanse vapores de nebulosas!

Om sopla sobre los vapores, abriendo prodigiosamente sus velos,

los océanos aparecen revelados en luminosos electrones, hasta que al fin el sonido del tambor cósmico

desvanece las materiales luces en rayos eternos de omnipresente bienaventuranza.

Del gozo vine, por el gozo vivo y en el sagrado gozo fundo mi ser.

Oceáno de la mente, bebo todas las olas de la creación.

Los cuatro velos de sólidos, líquidos, vapores y luz se elevan libres.

Yo, presente en todo, entro en el Grandioso Yo.

Partieron para siempre las ágiles y cintilantes sombras de la mortl memoria:

mi cielo mental está totalmente despejado: abajo, adelante y muy en lo alto;

la Eternidad y yo, un solo rayo unido somos.

Yo, una pequeña burbuja de risa,

me he convertido en el mismo Mar de la Dicha.

Publicado en ‘Autobiografía de un yogui’.

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