La historia de TrueAtalaya comienza así:

Una mujer un día me preguntó que a qué me dedicaba.
Le dije que hacía registros akáshicos.
Me dijo que le interesaba, que si le daba una tarjeta.
– No la tengo, pero pronto la tendré- le contesté escuchando mi fuerza sacral* abriéndose. 

Después, mis amigas del herbolario Pranathy me invitaron a una meditación. 
Yo ese día estaba agotada y con muchas ganas de irme a casa.
Pero mi sacral me dijo que me quedara.
Así que me quedé.
Y ahí, de forma totalmente sorprendente, me llegó el nombre para el proyecto: 
Atalaya. 

Después vino el apellido, al ver que Atalaya.es estaba cogido. 
Y testándolo con mi cuerpo, llegó True. 

Y después vino la pandemia. 
Y me obligó a sacar de casa de mi madre los pedazo de masajes que hacía. 
Y me tuve que dar de alta de autónomos. 
Aunque no lo había pensado yo eso. 

Y tuve que montar una salita de terapias.
Y hacerme (más) visible. 
Y así, escuchando a la vida fui montando un negocio próspero, que ayudó a muchas personas y a mi a mantenerme en mi embarazo, parto y postparto de mi hijo Miguel. 

Y así, escuchando a la vida,
tiré todo aquel negocio por la borda de un día para otro.
Dejé de hacer sesiones individuales y me convertí en mentora
(en contra de lo que mi mente pensaba)
Mi sacral me dijo que era necesario que enseñara esta forma de emprender 
 a otras terapeutas, sanadoras, brujitas. 

No me lo dijo con esas palabras, entiéndase. 
El sacral solo dice sí o no. 
Solo estoy intentando resumirte la historia.

Y aquí estamos. 
Siguiendo el estímulo- respuesta de Atalaya (generadora pura) 
y el mío (generadora manifestante)
y poniéndonos al servicio.